El misterio de la domesticación del gato ¿Fueron ellos o nosotros?
11 de agosto de 2022

Este post va dedicado a los gatos.

( Y a los amantes de los gatos)

Creo firmemente que quien ama a un gato, ama la aleatoriedad de la existencia. Porque pocas cosas hay más aleatorias que el comportamiento de un gato. En un segundo duerme entre tus brazos y al siguiente decide que no mereces su cariño. Y te deja la agridulce obsesión de todo aquello que no comprendes. No hay sentido en su carácter , ni en sus acciones. Quizá ahí reside parte de su encanto. Quizá ese es el secreto de la vida, que no tiene sentido y lo único que nos queda es ser un poco más como los gatos. Aunque a veces creo que ya lo somos : cerrando puertas y después maullando porque están cerradas o deseando la soledad y la compañía al mismo tiempo. 

Me parecen hedonistas, filósofos contemporáneos. Sus miradas custodian una sabiduría oculta para el humano. “¡Quién fuera gato!” Pienso en mis peores días, cuando el peso de esta vida supera mi optimismo. “¡Quién fuera gato!” Pienso en mis días mejores, para qué os voy a engañar. Porque una nunca es libre del todo, al menos no como lo es un gato, que al único al que rinde cuentas es a él mismo y a veces ni eso.

Así que aquí estamos, de amante de gatos a amante de gatos. Unidos por el sinsentido de la vida ( y por los gatos). Unidos quizá por la pregunta que ronda a todo aquel que convive con ellos : “¿Pero este animal de donde viene?”

Aunque el origen de su domesticación sigue siendo en parte un misterio, prometo que a pesar de ser incompleta, su historia sigue siendo interesante. A fin de cuentas… ¿Hay algo relacionado con los gatos que no lo sea?

Eso debían de pensar los egipcios, que a civilización gatuna no hay quien les gane. Nuestros gatos no podían proceder de otro lugar que no fuera de Egipto. Pero antes de que penséis en faraones y pirámides, dejadme que os comente que nuestro concepto de tiempo es engañoso ( al menos el mío). La civilización egipcia se desarrolla durante al menos 5000 años y en ese tiempo la relación entre hombres y gatos cambia.

Si me pongo romántica y hablo del comienzo de esta amistad, nos tenemos que remontar antes del inicio de la agricultura, cuando en el valle del Nilo un pequeño felino salvaje: nocturno, solitario y con cierto gustillo por cazar roedores, deambula de un lado a otro en busca de alimento. De nombre Felis sylvestris lybica, entre nosotros : gato silvestre, se acerca esporádicamente a los asentamientos humanos en busca de ratas y ratones.

Con el inicio de la agricultura y el impacto ecológico que ello supone, la presencia de cultivos atrae inevitablemente a las presas de nuestros protagonistas, que no dudan en perseguirlas. Poco a poco, toman el terreno agrícola como propio y se coronan como depredadores habituales. A medida que existe una mayor extensión de cultivos, aumenta la presencia de ratones que a su vez atrae a un mayor número de gatos que se ganan el beneplácito de los egipcios al ver en ellos poco menos que salvadores divinos.

La consecuencia es clara : comienzan los primeros cuidados que el gato acepta con reservas pues evita que el hombre intervenga en su reproducción. Con el tiempo acepta la presencia humana y las actividades reproductivas y de crianza se llevan a cabo dentro del territorio. En resumen ( con grandes licencias siglo arriba, siglo abajo) podemos decir que el primer acercamiento se produce en torno al 4500 a.C., la relación se estrecha durante el Imperio Antiguo en torno 2900 a.C. y finalmente, no es hasta el Nuevo Imperio en 1500 a.C. cuando se domestica.

El grado en el que el ser humano interviene en su domesticación es incierto y algunos creen que tuvo un rol pasivo: que básicamente estábamos en el momento y el lugar adecuado. Que nuestra capacidad para alterar el ambiente ofreció oportunidades que el gato supo aprovechar y que como nos facilitaba la vida, lo dejamos ser. Algunos se atreven a decir que su presencia fue determinante en el desarrollo económico y la consolidación del poder faraónico. No nos sorprendemos ante su carácter voluble, su resistencia a los límites y su cara de póker cuando intentamos imponer autoridad. Como si supieran que en el fondo les debemos algo. Como si supieran que en el fondo, se domesticaron solos. O más bien, como si supieran que en el fondo ( no tan fondo) nos domesticaron ellos a nosotros.

Mi gato Merlín

Para este post me he tomado la libertad de escribir desde las entrañas. Por ello, la bibliografía es escueta ( por no decir única). Pese a ello, si os interesa el tema , os recomiendo que leáis el artículo completo. No os arrepentiréis 

BibliografíaAzúa, R. V. Y los gatos.¿ Qué sabemos de su domesticación? AMMVEPE Vol. 14, No 5 -Septiembre -Octubre 2003 pp 164-172

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